La música

Nada más real que vivimos en un planeta que a diario trata de conquistarnos con sus sonidos peculiares. Lo mágico en todo eso, es que nosotros podemos asignarle la letra que más nos parezca acorde a la estación, al sentimiento, a la hora, al momento. Y eso logra grandes historias mentales de relajación que muchas veces son interrumpidas por el sonido del celular, el claxón de algún automóvil o simplemente la saturación laboral en mente, entre otros etc que bien pudiéramos agregar. El ilusionista, esa gran película protagonizada por Edward Norton,  logra decir mucho con el silencio aparente en su música; sólo va conviertiéndola en un instrumento estésico que acompaña cada sentimiento y acción con la historia. Que te va haciendo cómplice de esa diégesis en la que entras sin poder salir bien librado, sales siendo cómplice, así como lo fue el jefe de policía. Y terminas tu ver o razonar las acciones con esa sonrisa al saberte atrapado por ese ilusionismo.  No hay letras impuestas, sólo hay esa libertad al todo puede ser. Pasa lo mismo con la encantadora historia de Alfredo y Totó en la película Cinema Paradiso, tal vez de ahí se haya inspirado García Márquez para darle nombre a un personaje con ese peculiar nombre: "Totó" en "La luz es como el agua"; otra película que muestra cómo la música instrumental, la orquestada, es la que permite escribir y asignar nuestras vivencias que la harán reproducirse y sonar por siempre en nuestro corazón. La verdadera música para los oídos es la que te deja construir tus propias canciones, tus propias melodías sin la necesidad de haber cursado alguna materia de música. Tal vez en ello que me fascine el tema de amor de la película de cinema paradiso...



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El ilusionista
The chase

Cinema paradiso
Ennio Morricone